
Este viernes, a una semana del terremoto de magnitud 7,7 en Birmania, que tuvo 300 réplicas en la zona, los equipos de rescate se mantienen en la búsqueda de supervivientes, con todo y que las probabilidades sean cada vez más escasas.
Las autoridades tienen pocas esperanzas de encontrar con vida a los 79 desaparecidos que continúan bajo los escombros.
Hasta ahora se contabilizan más de 3.100 muertos, 17 millones de afectados y 21.000 viviendas destruidas o dañadas.
Solo en Mandalay, una de las ciudades más afectadas por el terremoto con 1,5 millones de habitantes, alrededor de 9.000 personas sin hogar se han asentado en albergues improvisados o refugios temporales establecidos por organizaciones humanitarias.
La Organización Mundial de la Salud alerta que los supervivientes se enfrentan a un alto riesgo de brotes de cólera, una enfermedad bacteriológica causada por deficientes sistemas de saneamiento y falta de agua potable.
Con respecto a la ayuda, al menos 1.485 rescatistas de 15 países se han desplegado en las zonas afectadas por el terremoto y una decena de organizaciones humanitarias se han unido para apoyar a las víctimas del seísmo superan los 160 millones de dólares.